En el año sacerdotal.
Es uno de los famosos milagros que figuran en las biografías de san Antonio de Padua.
Un pobre hombre no creía en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Pusieron a su pobre mula hambrienta dos opciones dispares: un delicioso fardo de paja para saciar su hambre y, por otro lado, la Eucaristía.
Le había dicho aquel pobre incrédulo: “Menos palabras; si quieres que yo crea en ese misterio, has de hacer el siguiente milagro: Yo tengo una mula; la tendré sin comer por tres días continuos, pasados los cuales nos presentaremos juntos ante ella: yo con la comida para el animal y tú con tu sacramento. Si la mula, sin cuidarse de la comida, se arrodilla y adora ese tu Pan, entonces también lo adoraré yo”.
¡Tanto rezó y ayunó san Antonio! Para sorpresa de todos –menos de los que tenían fe–, la mula se dirigió y se arrodilló ante el Santísimo, en las manos del santo. Milagro de Dios y pertinacia de los hombres.
Los más sitúan este acontecimiento milagroso en Tolouse (Francia). El comentario de alguien es éste: “¡No seamos más irracionales que aquel animal!”
Un detalle más del milagro: la mula quedó arrodillada hasta que san Antonio le ordenó levantarse. Cuando entremos a la Iglesia, que nuestros ojos sean atraídos por el Sagrario, que nuestro corazón y nuestra mente saluden al Santísimo que está en él.
Verdaderamente Dios, siempre nos escucha cuando por medio de la oración lo buscamos..
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