Hoy, sábado, he asistido por segunda vez a la celebración de un matrimonio. Es la segunda vez que me da la oportunidad el P. Ángel de hacerlo en su parroquia. Si no, me pasaría olímpicamente estos años españoles sin celebrar ni un bautismo ni un matrimonio. Efectivamente, todavía no he celebrado un bautismo, y no por falta de ganas.
Ésta es la realidad de Europa: pocos niños, y cada vez menos matrimonios, no sólo los eclesiásticos sino también en general. Me recuerdo de aquella vez, en octubre de 2002, que andábamos por las calles de Madrid. Con mis compañeros hicimos una apuesta de a ver quién miraba primero a un niño. Recorrimos muchas calles hasta encontrar ¡un par de gemelas en McDonalds!
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