Mas no me refiero a una posible frialdad de los españoles, sino al tiempo que nos ha tocado vivir los últimos días.
Antes de venirme me alarmaban con que toda Europa -por lo tanto, también España- estaba cubierta de nieve. Sólo pensarlo me daba escalofríos.
Al llegar, efectivamente, vi nieve y hielo por todas partes: la nieve que caía en la ciudad duraba apenas unas horas; ahora sí que ha durado días. No es el frío de Polonia o de los países más al norte, pero sí que ha hecho frío.
En la foto, con un sacerdote amigo venezolano.
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