Si eso es lo que intentamos hacer siempre los sacerdotes, también lo intento en este blog modestamente y con inhabilidad. Dios es el que mueve los corazones.
Todas las cosas han de servirnos para unirnos más al Señor, incluso las "desgracias". Todas las cosas nos han de mover a la conversión: "y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo" (Lc 13,3.5).
Ese ejemplo lo vemos también en el apóstol Pablo (1Co 10,6.11) revisando la historia del pueblo de Israel.
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