Pocas cosas recuerdo de mi infancia. Pero algo que se me clavó en la mente, aunque no lo comprendiera, fue una pregunta del catecismo y su respuesta: ¿Dios lo ve todo? Sí, Dios lo ve todo: lo pasado, lo presente, lo futuro, hasta los más secretos pensamientos. Quizá se me clavó más en la mente por los gritos con que respondíamos a las preguntas.
Hemos leído en la primera lectura de la Misa de hoy: Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones (Jr 17,10).
La mirada de Dios “ve” todo, como traspasó a los Apóstoles y no se resistieron. Como aquella vez en que, después de negar conocerle, Pedro negó a Jesús; Jesús le vio y Pedro tomó conciencia de su traición (Lc 22,61-62).
Ante la mirada de Dios somos transparentes –quizá en alguna ocasión como un vidrio que necesita limpiarse–: entonces, la Confesión de los pecados se ve “lógico”, y ocultar las cosas, auténtica “estulticia”.
Esta Cuaresma es buen tiempo para una buena Confesión. Para confesarse, cualquier tiempo es bueno.
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