Por disposición de Juan Pablo II, el segundo Domingo de Pascua se celebra a la Divina Misericordia. Esta advocación de nuestro Señor, promovida por santa Faustina Kowalska, aquella monja polaca, nos recuerda algo que ha estado latente siempre en la revelación: que Dios nos perdona siempre. "Siempre" significa siempre, ilimitadamente.
¿Quién está más interesado en nuestra salvación? ¿Dios o nosotros mismos? ¡Cuánto nos quiere Dios!
Buena oportunidad para agradecer y dejar lugar a la paciencia de Dios que nos busca, que quiere salvarnos.
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