Es domingo. No es precisamente la Jornada de las Familias, que cada año se celebra en este santuario, sino unas ordenaciones sacerdotales. De Pamplona nos fuimos temprano. Mientras viajábamos hicimos un rato de meditación; el tema era la humildad. Llegamos a buena hora, antes de que comience la Santa Misa en donde dos amigos -de ellos hablamos hace algunos meses- serían ordenados presbíteros. La Misa de Ordenación la celebraría el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría (el Padre).
Siendo grande el Santuario, sin embargo no está dispuesto para que concelebren los muchos sacerdotes que pueden llegar, como de hecho sucedió. Participamos de la Misa. Predicó sobre el Sacerdocio, como es lógico, el ministerio y la humildad... Al terminar la celebración, el Padre dijo que el Santo Padre nos daba la Bendición Apostólica a los que participaríamos: una lluvia de gracias.
Después celebramos la Santa Misa.
Por la tarde, después de la comida y un delicioso café, volvimos al Santuario, porque habría Bendición Solemne con el Santísimo Sacramento. Allí estuvimos. Hubo un buen tiempo para rezar lo que había que rezar. El retablo del santuario fue magnífico escenario para un rato de oración, con la música de fondo del órgano, acompañando a la melodiosa voz de una "mezzo soprano" -eso creo-. Era una delicia rezar allí: con más de un ciento de personas haciendo oración personal.
Como colofón del día, antes de volver a Pamplona, que dista a unas tres horas de camino, tuvimos una tertulia con el Padre. Nos habló de vida cristiana, de humildad, de llevar con garbo la Cruz, de felicidad, de Confesión, de la Santa Misa. Tres cuartos de hora que animaban a retomar la lucha diaria, y que es posible vivir de cara a Dios.
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