He viajado a primera hora de la mañana a una población que dista a un buen trecho de Sololá. He celebrado la Santa Misa en un convento de Hermanas Carmelitas. Hoy es un día especialísimo para los carmelitas: la fiesta de la santa Madre Teresa de Jesús.
En ese convento de Carmelitas, en San Andrés Itzapa, ha estado en doble fiesta: la fiesta de la santa Madre y la profesión de los primeros votos de dos Hermanas, además de la renovación de votos de 14 hermanas. He tenido el privilegio de presidir la Santa Misa y recibir la renovación de votos de las Hermanas. Felicito y encomiendo a las Hermanas.
Por la tarde me he encontrado con dos amigos, un sacerdote y un diácono. Íbamos a saludarnos nada más, pero la conversación se ha alargado a dos horas. Platicamos de todo. Entre otras cosas, me contó lo que hubo alrededor de la muerte y entierro de su mamá, que sucedió hace un par de meses, y de las delicadezas de Dios para con él y su familia, de la cercanía de los amigos. ¡Qué visión sobrenatural tiene! He recibido lecciones en estas dos horas. Les había encomendado, al sacerdote y su familia y a su difunta mamá, y lo seguiré haciendo.
Mañana escribiré de la última parte de la jornada de hoy, para tener algo que escribir.
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