Anoche estaba un poco cansado, pero había que terminar un trabajo que Dios conoce. Pero tenía que aprovechar la oportunidad de conversar con un Diácono que está pronto a ordenarse presbítero. Si no aprovechaba la oportunidad quién sabe cuándo la volveré a tener. Él está acostumbrado a pernoctar más que yo…
En medio de la conversación, se le veía en el rostro la ilusión que le producía unos comentarios míos acerca de la fe de la gente en el sacerdocio, en los sacerdotes, a pesar de nuestra miseria personal. ¡Esas manos que bendicen, esas palabras de la Consagración pronunciadas sobre el pan y el vino y que realizan lo que expresan! Maravilla de Dios en el hombre.
¡Ojalá muchos más se contagien con esta dulce locura de la vocación sacerdotal y se decidan de una vez a lanzarse al agua…!
Este diácono será ordenado dentro de escasas semanas...
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