Me resulta fácil imaginar joven a María, eternamente joven, con la juventud del Amor. Cuando se apareció a los pastorcitos de Fátima o cuando lo hizo a Bernadette Soubirous se presentó como una “señora hermosa”, y así la muestran las imágenes que los videntes han aprobado. La “Guadalupana” es igualmente joven y hermosa.
Hermosa en el alma y en el cuerpo, adornada de todas las virtudes, dones de Dios. Dios se preparó una Madre, y lo hizo concediéndole todos los dones. Un rostro fino y algo moreno, ojos hermosos, ademanes elegantes sin artificio.
Su conversación, sin ser estridente, es la de una persona que va aprendiendo de la vida.
Aunque ha jugado como todos los niños, ya sabe trabajar como cualquier niña de su pueblo.
Su juventud está llena de ilusiones y sueños y planes…, pero sobre todo llena de amor y alegría.
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