Pura, sin mancha alguna, ha sido concebida la Madre del Cielo. Hoy celebramos ese acontecimiento del que pende la suerte de la creación entera, espectáculo inenarrable para criatura toda, especialmente de la corte celestial.
“… el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:
”Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta”.
Reina inmortal y gloriosa en el cielo, para bien de los hombres, sus hijos queridos. ¿No te alegra que la Reina del Cielo sea Madre tuya?
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