¿Habrá versado la conversación de María sobre las miríadas de ángeles y su especie? ¿Habrá preguntado a Jesús sobre su futuro? ¿Habrá hablado mal de un vecino?
La voz de María, dulce y bien timbrada, transmitía paz y sosiego.
Todas sus palabras eran edificantes. No gustaba de conversación negativa y del posible chismorreo de algunos. No admitía crítica de alguna persona. No protestó cuando vinieron la persecución, el cansancio, las críticas a su Hijo. Siempre concedió el perdón.
No impuso su parecer, incluso cuando sabía que tenía la razón, iluminada por una luz interior especial. Es más, gustaba de escuchar a los demás: todos se sentían atentidos cuando conversaban con ella. Así la muestra san Lucas, confidente suyo: “conservaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón” (Lc 2,19.51). Además, aprovechaba para rezar por esa persona y trataba de acercarla a Dios.
María, Madre mía, enséñame a hacer oración que es conversar contigo y con tu Hijo Jesús.
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