Misterio insondable: el Hijo único del eterno Padre ha tomado carne, se ha hecho hombre como tú y yo. Humildad –que es “andar en verdad”– la de Dios: vino al mundo como cualquier ser humano: nueve meses en el seno materno, en el seno de una familia piadosa-judía.
La Virgen María, renunciando al honor de contar entre su descendencia al Mesías prometido, después de la conversación divina con el Arcángel, empieza a sentir los cambios en su cuerpo. Verifica corporalmente lo que había creído: que va a ser madre.
Vocación bendita de la mujer de poder dar vida a un nuevo ser, antes con el amor que con la pasión. Bendita normalidad de traer nuevas vidas al mundo que el Hijo de Dios optó por venir al mundo de la misma manera. Bendito sufrimiento de las madres que dan a luz –María estuvo eximida de él– que bien les vale el Cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario