Imagen de la película "Jesús de Nazaret" de Zefirelli. |
La ley de la purificación de la madre no obligaba a María, que es purísima y concibió a su Hijo milagrosamente. Pero la Virgen no buscó nunca a lo largo de su vida razones que la eximieran de las normas comunes de su tiempo.
Unas palabras de san Bernardo puede sugerirnos alguna consideración para alimento de nuestra alma: "Piensas que no podía quejarse y decir: '¿qué necesidad tengo yo de purificación? ¿Por qué se me impide entrar en el templo si mis entrañas, al no conocer varón, se convirtieron en templo del Espíritu Santo? ¿Por qué no voy a entrar en el templo, si he engendrado al Señor del templo? No hay nada impuro, nada ilícito, nada que deba someterse a purificación en esta concepción y en este parto; este Hijo es la fuente de pureza, pues viene a purificar los pecados. ¿Qué va a purificar en mí el rito, si me hizo purísima en el mismo parto inmaculado?'" (Sermón en la purificación de Santa María, III,2).
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Un recuerdo y mis oraciones por don Francisco Ujpán, de san Pablo La Laguna, que falleció uno de los días pasados. Un hombre estimado, estima agrandada por la relación con el recordado Matías, hijo suyo, muerto hace dos años, y que se formaba en el Seminario Mayor de la Diócesis. Dios le conceda el descanso eterno.
Envío un saludo cordial a las religiosas que pasan por este blog, hoy especialmente que se celebra la Jornada de la Vida Consagrada. El Santo Padre ha pronunciado hoy, en el rezo del Ángelus: La Presentación de Jesús en el templo constituye un icono elocuente de la entrega total de la propia vida para quienes, hombres y mujeres, son llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, “los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente” (Exhort. ap. postsinod. Vita consecrata, 1).
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