Cuando niño, uno tiene sus problemas, y le parecen los más grandes que pueden existir. La verdad es que, para cada uno, el problema más grande es el suyo, porque es el que le afecta.
Pero hay problemas que, por sus consecuencias, pueden tener mucha trascendencia no sólo para uno sino para muchos. Entonces, siempre, la verdad, hemos de recurrir a Dios. ¿Has sentido, alguna vez, esta necesidad? ¿Alguna vez has visto que el “último recurso” a tu situación es Dios? Yo ya lo he visto…
No vienen estas consideraciones por motivos propiamente personales, sino por las confidencias que en alguna ocasión uno ha recibido de otras personas. ¡Y qué privilegio el de uno, cuando puede transmitir la confianza y la visión sobrenatural a la situación, las que necesita y apaciguan el alma! Claro, ¿por qué no lo había pensado antes…? A Él encomendaré todo.
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