En el arte paleocristiano, la representación del Cielo como banquete fue común. |
Son muy sugerentes las figuras que nos presentan las lecturas de la Misa de hoy (Is 25,6-10; Sal 22; Flp 4,12-14.19-20; Mt 22,1-14). Alguna vez nos habremos topado con la mente fuera de nuestro cuerpo, pensando en cosas que, precisamente, no nos las sugieren las cosas materiales sino en contraste. Es obvio que las lecturas hablan de la Iglesia, pero prefiero, ahora, aplicarlas a la realidad del Cielo, una interpretación muy válida.
Un banquete, fiesta, en compañía de amigos, comidas y bebidas exquisitas: son los ejemplos que utiliza Dios para mostrarnos lo que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre lo que Dios tiene preparado para los que lo aman”. Éstas son palabras de San Pablo. Encima, estos goces serán, como nos lo enseñan la Iglesia y la Revelación, “para siempre, para siempre, para siempre”. Como cuando alguien sediento viene a saciarse con la bebida más exquisita y, habiendo apagado su sed, quiere seguir bebiendo: en el Cielo se podrá.
Entonces, ¿qué importan las contradicciones actuales si las llevamos por amor? “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo aguante...”
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