"Inmaculada Concepción" de Giovanni Battista Tiépolo, pintada entre los años 1767-1769. |
La Inmaculada Concepción de María
“El misterio de la gracia de Dios envolvió desde el primer instante de su existencia a la criatura destinada a convertirse en Madre del Redentor, preservándola del contagio del pecado original. Al contemplarla, reconocemos la altura y la belleza del proyecto de Dios para todo hombre: ser santos e inmaculados en el amor (cf. Ef 1,4), a imagen del Creador” (Benedicto XVI, Ángelus, 8-12-2007).
“El misterio de la gracia de Dios envolvió desde el primer instante de su existencia a la criatura destinada a convertirse en Madre del Redentor, preservándola del contagio del pecado original. Al contemplarla, reconocemos la altura y la belleza del proyecto de Dios para todo hombre: ser santos e inmaculados en el amor (cf. Ef 1,4), a imagen del Creador” (Benedicto XVI, Ángelus, 8-12-2007).
“María es modelo de abandono total a la voluntad de Dios: acogió en su corazón al Verbo eterno y lo concibió en su seno virginal; se fió de Dios y, con el alma traspasada por la espada del dolor (cf. Lc 2,35), no dudó en compartir la pasión de su Hijo, renovado en el Calvario, al pie de la cruz, el ‘sí’ de la Anunciación. Meditar en la Inmaculada Concepción de María es, pues, dejarse atraer por el ‘sí’ que la unió admirablemente a la misión de Cristo, redentor de la humanidad; es dejarse asir y guiar por su mano para pronunciar a nuestra vez el fiat a la voluntad de Dios con toda la existencia entretejida de alegrías y tristezas, de esperanzas y desilusiones, convencidos de que las pruebas, el dolor y el sufrimiento dan un sentido profundo a nuestra peregrinación en la tierra” (Benedicto XVI, Mensaje [Jornada Mundial del Enfermo], 11-1-2008).
¡Felicidades, Madre, en tu fiesta! Ayúdame a dar un 'sí' como el tuyo, que pueda actualizarlo todos los días hasta el último, en que, con tu intercesión, pueda ver a Dios.
¡Felicidades, Madre, en tu fiesta! Ayúdame a dar un 'sí' como el tuyo, que pueda actualizarlo todos los días hasta el último, en que, con tu intercesión, pueda ver a Dios.
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