Como distingue el P. Cantalamessa hay dos formas
de movernos a hacer algo: obligados desde el exterior o movidos desde el
interior (atraídos por algo). Esto podría ayudarnos a comprender por qué hay un
“mandamiento del amor” que recoge el evangelio de la Misa de hoy (Jn 15,9-17).
Porque la pregunta es actual: ¿puede
alguien obligarme a amar? No se trata, como es evidente, de que la otra persona
(dígase: Dios o el prójimo, o cualquier otra concreción) me obligue a amarla,
sino que me obligue a mí mismo a amarla.
Como es evidente, el amor no es un sentimiento
sino una convicción, una entrega incondicional. Sólo entonces será libre y no
condicionado.
"Sólo cunado existe el deber de amar, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperación". ¿Saben de quien es la cita anterior? Del filósofo Kierkegaard. El P. Cantalamessa lo explica así: “el hombre que ama verdaderamente, quiere amar para siempre.
"Sólo cunado existe el deber de amar, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperación". ¿Saben de quien es la cita anterior? Del filósofo Kierkegaard. El P. Cantalamessa lo explica así: “el hombre que ama verdaderamente, quiere amar para siempre.
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