Unas notas podrían ayudarnos:
El nombre de “ángel” proviene del griego a;ggeloj, que se traduce por “mensajero”. Los seres
angélicos son espirituales. Pero hay, en la corte celestial, distintos grados
de seres angélicos; otro de ellos es el de “arcángel”, que se deriva del griego
avrc´h, (“principio” o “principal”) y a;ggeloj: viene a significar uno
de los ángeles principales.
Por la Sagrada Escritura conocemos el
nombre de tres Arcángeles: Gabriel (Dn 8,16; Lc 1,19.26ss.), Miguel (Dn
10,13.21; 12,1; Jd 9; Ap 12,7-9) y Rafael (Dn 3,17;12,15), tres “de los siete
ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor” (Dn
12,15).
El libro apócrifo de Enoc ofrece el nombre
de los otros cuatro arcángeles: Uriel, Barachiel (o Baraquiel), Jehudiel y
Saeltiel. Estos nombres no son enseñados por la Iglesia como los propios de
esos “siete espíritus”, protagonistas estos en varias ocasiones en la Sagrada
Escritura (Za 4,10b; Ap 8,2). El libro de Enoc no forma parte de los libros de
la Biblia.
Ahora bien, al celebrar la Fiesta de estos
Arcángeles le pedimos a Dios gocemos de la protección en la tierra de los que
Le sirven constantemente en el Cielo. Resulta consoladora esta protección,
entre tanto barullo en que nos quiere meter el Demonio.
El Catecismo indica que “desde su comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y
de su intercesión. ‘Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor
para conducirlo a la vida’ (San Basilio). Desde esta tierra, la vida cristiana
participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los
hombres, unidos en Dios”.
Un libro que les puede ayudar, si logra
caer en sus manos, es “Mi ángel marchará ante ti” de George Huber, periodista
católico.
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