miércoles, 7 de noviembre de 2012

Encontrar a Dios al final del camino


    Hace unos momentos, en una carrera por las múltiples ocupaciones, fui a atender a un anciano que ya está muy enfermo. De esta manera me pidieron que fuera: “Padre: necesita los sacramentos. No recibió la Confirmación ni la Comunión –después completé la información con que no se había casado por la Iglesia-, y tiene 102 años...”
     Recordando experiencias pasadas, como pude fui, para que este pobre anciano no dejara de recibir el auxilio de los sacramentos en esta recta final. O, ¿será que tiene años por delante por vivir...?
     En kaqchikel –nuestra lengua nativa- le expliqué –puesto que no lo habían hecho- que es sumamente conveniente para el alma recibir la gracia de Dios por los sacramentos, puesto que nuestra alma tiene como destino el Cielo; pensando en que la vida se termina, es conveniente estar bien preparados. Lograba comprender algo de mis palabras pues asentía de vez en vez.
     En medio de sus achaques y de su escasa formación, ¿cuánto habrá entendido? Dios lo sabe y le dejamos el resto a Él, que bien hace todo esto. De esta manera, le administré primero el sacramento de la Confirmación y luego el de la Unción. Ojalá el orden haya estado correcto.
     Como sacerdote, me quedé más tranquilo haber podido sacar un poco de tiempo para asistirle.

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