Además de ver a la familia, tendré la
oportunidad de compartir la alegría de Marta, una antigua feligresa –en mis
cortos meses de administrador parroquial allá por el 2004-, que me ha invitado
a la celebración de su matrimonio.
De repente, pues, la memoria se me ha ido
a aquel año y a aquel pueblo, Parramos, que pasó por mi vida y mi corazón. Bueno,
no quiero dejar paso a la nostalgia que me puedo derretir.
Desde que Marta me invitó a su boda, ya
hace varias semanas, he estado encomendándola, para que, como dicen las
oraciones propias del ritual, la bendición que reciban hoy se extienda a toda
la vida.
¡Vaya mi felicitación a mis amigos!
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