En mi reposo obligado, tomando con cierta
seriedad el descanso, me puse a ver un libro de qué trataba. Se trata de “Cielo
e Infierno. Verdades de Dios”, de María Vallejo-Nájera. La escritora había entregado
antes una obra sobre el Purgatorio.
No me ha sorprendido la anotación que hace
de que, al interpelar a unos sacerdotes sobre el tema no le han respondido
nada. Las respuestas de demás gente ha sido de todo cariz, incluso aquellos que
han negado la existencia del demonio y del infierno.
La verdad, no me extraña. Además de que es
un mundo (la escatología) que nos supera, se junta el contagio de “lo inmediato”,
es decir, que le ponemos más énfasis a la experiencia, a lo que captan nuestros
sentidos.
Tampoco me extraña lo que leí ayer en un
noticiero eclesial, que un grupo permanente de curas de Vizcaya se pronunció
ante el tema de la adoración perpetua, alegando que es “preconciliar” ―como si fuera un pecado― y que no facilita al ecumenismo.
Dicen que va en contra de la voluntad del Señor que dejó la Eucaristía para
alimento y no para la adoración...
Como recoge Vallejo-Nájera, también cabe
decir aquí: quien diga que no existe el infierno, está fuera de la fe.
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