Siempre es un gran gusto hablar con los
buenos amigos, cuánto más cuando la amistad ha sido desinteresada y estrecha,
durante un largo tiempo.
Yo me he ganado algún amigo cuando,
queriendo mi bien, me ha regañado. También me he ganado alguno cuando yo le
dicho algo que podía ayudarle. Otras veces han sido las circunstancias de la
vida las que se han encargado de unir nuestras vidas. Otras, el trabajo.
Hoy me ha llamado un amigo mío, Benedicto,
desde Tegucigalpa, saludándome y comunicándome la alegre noticia de su próxima
ordenación diaconal (11 de septiembre), invitándome para asistir. Claro, con
mucho gusto lo haría, aunque está un poco lejos. Ya veremos. Me ha dado tanto
gusto hablar por teléfono con Benedicto.
También hoy he felicitado por su
cumpleaños a dos personas, a quienes aprecio mucho. Tantos momentos compartidos
que, insensiblemente, la confianza ha sido creciente y alegre.
Pobre la persona que no tiene amigos, que
no tiene con quien compartir lo que lleva en su corazón. ¿Te has dado cuenta
que cuanto más abres tu corazón a los demás, más se ensancha y vives más
plenamente, más feliz?
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