De
la primera lectura de la Misa de hoy (1S 18,6-9; 19,1-7: lee aquí) me ha impresionado el
arrebato de envidia del rey Saúl ante los logros de David, que deciden incluso
su suerte.
Además,
como contrapeso, me admira la pureza y la autenticidad de la amistad de
Jonatán, hijo de Saúl y amigo de David.
No
es bueno ser arrebatado, tomar decisiones sin sopesarlas, ir a la acción sin
antes pensar. Cuando las pasiones se hacen evidentes en nosotros, conviene
hacerle caso a lo que la razón dicta, y no a lo que nos inclinan el corazón y el
instinto.
Hoy,
en una conversación, he recordado la canción —“vieja” para algunos— Naveira do mar: “Cinco sentidos
tenemos —dice la primera estrofa—, cinco sentidos tenemos. Los cinco necesitamos. Pero, los cinco perdemos
cuando nos enamoramos...”
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