Llegaron
dos feligresas al Seminario para rezar un rato en la capilla. El saludo fue
ocasión para las preguntas, ya que tomaron confianza. El tema fue la devoción
que practicaban: la Coronilla de la Divina. Preguntaban sobre el significado de
la maravillosa oración que se reza: “Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo, la
Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
para el perdón de nuestros pecados y del mundo entero”. También preguntaron si
esa oración era sólo para que la rezara Santa Faustina o era para que la
rezáramos todos, pues, decía, “soy tan indigna de recitar esta oración y de ofrecer
algo tan grande”.
Me
recuerdo de la explicación que daba el Card. Van Thuan, sugerida a sacerdotes
en un retiro, y que sugerí como explicación a estas gentiles feligresas: “a
menudo hemos pensado que tenemos que santificarnos para celebrar dignamente los
sagrados misterios, estar sin pecado, santificarse; todas las mañanas
reconocemos que somos pecadores para celebrar dignamente la Eucaristía. En cambio,
pesamos menos o nada en absoluto que la celebración de la Eucaristía contribuye
a hacer del sacerdote un hombre espiritual, un santo”.
Acaso
Sor Faustina necesitaría menos hacerlo, pues es santa, pero nosotros lo
necesitamos más. Sin embargo, todos somos necesitados delante de Dios, y los
santos creen ser más necesitados. Por eso, con conciencia tranquila, les sugerí
que con confianza la rezaran. De hecho, me encontré esta explicación en la página
de EWTN, tomada del Diario de Santa Faustina Kowalska.
“Alienta
a las personas a decir la Coronilla que te he dado... Quien la recite recibirá
gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendaran a los
pecadores como su último refugio de salvación. Aun si el pecador mas
empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la
gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a
aquellos que confían en Mi Misericordia”.
“Escribe
que cuando digan esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre
mi Padre y él, no como Justo Juez sino como Misericordioso Salvador”.
Es
buena forma de irnos preparando a la fiesta de la Divina Misericordia del
próximo Domingo, y a la canonización del Papa Juan Pablo II con el Papa Juan
XXIII.
Gracias padre por compartir con nosotros estas buenas nuevas
ResponderEliminarGracias a ustedes, por leer estas letras. Saludos cordiales.
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