Mientras iba caminando por la acera, en la calzada Roosevelt de la Ciudad Capital, yendo a hacer "un mandado", me detuvo un hombre, de edad madura, aunque no tan mayor. Me fijé que se había echado sus "traguitos"... No quise desairarle. También me detuve, para no dejarle plantado. A nadie le guste que se lo hagan.
¿Por dónde irá a salir la conversación? ¿O es que quiere un poco de dinero? No me parece, pues estaba bien vestido, con una camisa propia de una empresa. Era un hombre de complexión fuerte, con un aire formal.
¿Qué le pasa, amigo?, le pregunté. Le rodaron unas lágrimas por las mejillas. Se me quedó mirando fijamente. Entonces, entrecortadamente, me comentó: "Padre: me han humillado..." Según le entendí después, la novia le había humillado de manera grosera, con palabras que no quiero reproducir... Al pobre jamás lo habían humillado así.
Le dije que se tranquilizara, que le diera tiempo al tiempo, y que después se vería que hacer. Lo mejor era que se calmara. Al ver que había detenido a este sacerdote, y de que llevaba un Rosario al cuello, le dije que iba a rezar por él y su situación, pero que hiciera un tanto igual, sabiendo que en la situación en que estaba no iba a resultar fácil y coherente la empresa. Con todo, le dije que se calmara.
¿Un "católico" echándose los "tragos"? Ya lo saben..., los católicos -como cualquier ciudadano- andamos en nuestras luchas, y no siempre la plana nos sale impecable, que la línea nos salga siempre recta. No nos preciamos de ser perfectos. Quizá otros lo sean. Tú y yo, andamos en nuestras luchas. Con todo, queremos comenzar y recomenzar.
Saludos, amigos.
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