Mientras terminaba de celebrar la Misa ayer, la tercera, después de dar la bendición y mientras me el coro empezaba a cantar el canto final, una señora alzó la voz diciendo: "¡Y feliz día de la amistad!"
La verdad, además de estar metido en la Misa, no soy muy ocurrente para meter estas cosas un tanto profanas en medio. No es que no valore la amistad; gracias a Dios tengo muchos amigos, amigos muy cercanos. Tampoco es que no se pueda mentar el "Día de la Amistad" en la Misa. Lo que pasa es que los cristianos nos movemos y actuamos más allá de la mera amistad: la caridad sobrenatural (el ágape) es más profundo, va más allá del mero llevarse bien.
En la Iglesia, cada ser humano no es un "amigo" solo sino un hermano; todos deberíamos ser hermanos. Es un ideal que nos toca, cada uno, tratar de poner por obra.
Más que la amistad, ¡que vivan los amigos!
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