Mientras hacía un rato de lectura del Nuevo Testamento, me topé con un texto "simpático": Hechos 17,34 habla de dos personajes, uno de ellos es Dámaris, una mujer que se convirtió al escuchar el famoso discurso de San Pablo en el Areópago de Atenas. El texto revela, ciertamente, que esta mujer fue importante en la comunidad ateniense, pues ha sido digna de ser mencionada en el texto por el autor. ¿Estaría entre los filósofos? No vamos a ponernos a discutir sobre ello.
Ahora bien, al leer el comentario que hace la "Biblia de Navarra" sobre el papel de las mujeres en el mundo y la Iglesia, me he sorprendido:
"La mujer está llamada a llevar a la familia, a la sociedad civil, a la Iglesia, algo característico, que le es propio y que sólo ella puede dar: su delicada ternura, su generosidad incansable, su amor por lo concreto, su agudeza de ingenio, su capacidad de intuición, su piedad profunda y sencilla, su tenacidad..." (Conversaciones, n. 87; leer el resto aquí).
Es cierto, a veces no somos conscientes de qué somos, quiénes somos y de qué cualidades tenemos. En este caso, las mujeres, han de potenciar lo que quizá no sepan que tienen, lo mencionado arriba.
¿Ser igual que los hombres? ¡No! Las mujeres tienen una forma concreta de ser que las hace hermosamente distintas y complementarias al hombre. ¡Dios las bendiga!
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