Nos ha puesto el Señor este ejemplo y el evangelio de la Misa lo recoge hoy: "¿A qué compararé el Reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta" (Lc 13,18-21).
La elaboración del pan lleva todo un proceso, desde escoger los materiales hasta la hornada del pan. La masa que se forma entre la levadura y la harina, además de otros ingredientes, hay que trabajarla con fortaleza, para lograr una buena mezcla. Pero también es muy importante el reposo de la masa, después de haber mezclado los ingredientes, para que la levadura haga su papel, hinchar la masa, fermentar la masa.
Los cristianos nos parecemos a la levadura, que ha de fermentar la harina y la masa del mundo. Pero, como sugiere San Josemaría, no se puede considerar que la levadura sea mejor que la harina, así como los cristianos no somos mejores que los demás ciudadanos -¡deberíamos...!- Y nos puede entrar la tentación de pensar qué seríamos nosotros para todo el mundo, que se muestra monstruosamente ingente.
Pero la levadura, que es poca, fermenta toda la masa. Entonces, con el trabajo de Dios, sale el sabroso pan que nos alimenta diariamente.
Ser levadura con nuestro ejemplo, con nuestra coherencia de vida, ser levadura con nuestro trato y nuestras palabras cercanas, ser levadura teniendo abierto el corazón a los demás, aunque a veces nos cueste o no sea propicio el ambiente.
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