Barcas y redes... Hoy, en nuestro primer día entero de retiro, nos han ayudado a recordar nuestra vocación bautismal y sacerdotal. El tema desarrollado, paso a paso, fue cómo el sacerdote es un hombre elegido y consagrado para servir. Hemos recordado la vocación de los Apóstoles y nos hemos identificado con su experiencia, hemos caído en la cuenta de la grandeza de la gracia y nuestra propia miseria.
Personalmente, recordando la propia historia vocacional, pasé revista a los hitos de mi existencia, que me habrían encaminado a decidirme por este camino. Es cierto, todo es gracia de Dios. Puesto que no distingo momentos sobrenaturales extraordinarios, veo que Dios fue metiéndose con naturalidad en mi vida, "sin pedirme permiso", con la intervención de tantos que con poco o con mucho me fueron ayudando a encaminarme en la vida cristiana y, luego, en el discernimiento de la vocación sacerdotal.
Me recordé de mis padres y hermanos, de nuestra oración en familia, de las personas que me hablaron de la entrega total al Señor, de la vocación sacerdotal, de la vocación a la santidad... Al fin, se armó el rompecabezas y..., ¡aquí estamos!
"¿Arrepentido de ser sacerdote?", fue una de las preguntas que nos plantearon, haciéndonos conscientes de nuestra propia fragilidad y miseria. A veces, incluso, la gente nos puede o nos pudo echar en cara: "¿no le da vergüenza ser sacerdote y caer en esos pecados y su falta de testimonio?" A lo que nos sugirieron esta respuesta: "De mis pecados, sí me avergüenzo, pero no de ser sacerdote, porque serlo es gracia de Dios y es lo mejor que me ha pasado". Eso sí, tengo que mejorar.
Por favor, sigan encomendando a los formadores que estamos en retiro.
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