Como indicaba el Papa Benedicto en el año 2005 (18 de diciembre), la palabra con que comienza el saludo del ángel a María fue la primera palabra del Nuevo Testamento, el inicio de la salvación propiamente con la encarnación de nuestro Señor. Esa palabra en griego es χαĩρε, "alégrate" (el verbo χαĩρω se traduce por "alegrarse").
En verdad, esta fiesta de la Anunciación invita a alegrarnos, pues nuestro Dios se ha dignado rescatarnos, enviándonos a su Hijo que se se hizo uno de nosotros haciéndose hombre sin dejar de ser Dios. Puso su morada entre nosotros (cfr. Jn 1,14) porque encuentra su alegría en compartir la vida de los hombres (cfr. Pr 8,31).
Alegrémonos con María llamada "Llena de gracia" por Dios, no tengamos miedo de dedicarle ese título, pues el Espíritu Santo ha querido que quedara consignado en el Santo Evangelio. Alegrémonos con Ella, como se alegraría siempre al recordar Ella este momento trascendental de su vida y de la vida de la humanidad.
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