Murillo. Adoración de los Magos. |
Estamos casi terminando el tiempo de Navidad, tiempo inundado de luz, de la claridad que Cristo es y ha venido para nuestra salvación: no una estrella sino el sol de justicia que ilumina todas las realidades existentes.
Es clásico ver en la televisión en este tiempo programas alusivos al tiempo de Navidad. Aunque ya vieja, apareció en un momento aquella película de "el niño del tambor" (no sé, siquiera, si así se titula) y la escena en que el niño busca a uno de los magos para que le ayude, ya que una oveja suya no podía caminar. El mago le dice, algo así: "yo no puedo ayudarte, pero Él sí", señalando al Niño Dios.
En efecto, los hombres tenemos poco para resolver las cosas: Jesús sí lo resuelve todo, aunque no como lo quisiera el mundo ahora, pero sí cómo lo necesita.
San León Magno predicó: "Deja que las luces exteriores obren sobre los sentidos de tu cuerpo; pero, con todo el amor inflamado del alma, ¡recibe dentro de ti esa luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo!".
Adoración de los Magos, adoración a la Eucaristía. Ellos nos enseñan a hacerlo.
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