"El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección" (De la Regla monástica mayor de san Basilio Magno).
Es verdad: el amor de Dios debe experimentarlo cada uno, cada uno ha de hacer esa experiencia y recorrer ese camino. En efecto, somos insustituibles en el trato con Dios: o lo hacemos nosotros o nadie lo hará.
Con este hermoso texto de San Basilio hemos rezado hoy los sacerdotes y quería compartirlo con ustedes.
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