San Bernardo explica que hay una venida intermedia: Cristo viene continuamente, en los sacramentos, en la gracia que prodiga al hombre, viene "en cada hombre y en cada acontecimiento", como reza el III prefacio de Adviento.
Pero, esta espera gozosa de la venida del Señor no es una espera inactiva, sentimental, pasajera. La esperanza cristiana tiene su fundamento en la obra de Dios: la salvación de los hombres, y de la manera en que se realizó tal salvacion: la entrega de la vida del Hijo de Dios. Si un Dios hizo tanto por mí, ¿cómo no confiaré en Él?
También tiene un fuerte fundamento en la filiación divina. Si soy hijo de Dios -y ¡Él es mi Padre!-, cómo no confiaré en su promesa.
Pero la esperanza no es, decíamos más arriba, inactiva. Al contrario, con la gracia de Dios haremos su voluntad, no la nuestra. Porque los que están destinados al Cielo -todos- han de hacer lo "poco" que les corresponde para ganárselo.
La Virgen es nuestro amparo en este camino a la Casa del Padre.
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