Como en los días de fiesta, hoy también ayudé pastoralmente en la Clínica Universitaria. Preparé lo necesario para celebrar la Santa Misa; me había prometido celebrar con piedad y con la solemnidad que pudiera. Canté incluso la consagración. Y la gente estaba también muy atenta y piadosa.
En la homilía recordé someramente la historia de las apariciones de la Virgen en Lourdes, en donde se dio a conocer nuestra Señora como la Inmaculada Concepción. La solemnidad de ahora es un ejemplo palpable de que el combate y la victoria sobre el pecado es posible, y no una utopía o un propósito ilusorio e imposible.
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