Les presento a mi amigo Nacho. Sinceramente, no le he saludado en carne y hueso en ocasión alguna, pero me simpatiza mucho y me causa admiración por su naturalidad, su sinceridad, pero también su heroísmo en el trabajo, en las cosas de cada día. ¡Ya quisiera yo tener el temple, la paciencia y el dominio de sí -además de su sentido sobrenatural- que tiene este amigo mío!
Esa es fe palpable. ¡Quisiera yo tener la visión sobrenatural de este carnicero!
¡Impresionante! ¡Qué sencillez y qué naturalidad! ¡Que presencia de Dios!
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