He vuelto a Pamplona, después de un mes por Madrid.
Después de un breve contratiempo, en un atardecer apacible y maravilloso, venía en el autobús escuchando unos capítulos de “Don Quijote de la Mancha” en audiolibro. Aunque La Mancha esté algo más al sur, por momentos me era fácil imaginar a estos grandes personajes: Don Quijote y Sancho Panza, con sendos jumentos, tan célebres como sus caballeros.
He llegado a Pamplona. Aunque llegué a horas poco decentes, estaba tranquilo el ambiente. Pero poco duró, porque al amanecer ya se presentó la Pamplona que conocía y que casi se me había olvidado: con su clima incatalogable. Por la tarde cayó un “chipi-chipi”; al día siguiente igual…
Pero daba alegría encontrarse nuevamente el ambiente universitario de mi barrio, que está tan cerca de la Universidad. Hemos ido a reconocer la Biblioteca y a ponernos al día.
Por la Universidad se veía abundantes rostros jóvenes y nuevos, con aires de estreno de vida “adulta”, al dejar los uniformes de colegio y meterse de lleno en ansias de carrera; alguno era tan jovencito que casi cabría decirle: “¡cuidado, límpiate el moco!” ¡Volvamos de lleno a los libros!
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