Santa Cecilia con dos ángeles |
Ayer celebrábamos a santa Cecilia, patrona de los músicos.
Estoy convencido de la alta dignidad de la música y del buen canto, ya que son indicios de la espiritualidad del ser humano, de que el hombre es más que un animal: es un ser dotado de alma que hace referencia, que tiende a Dios.
A propósito de la memoria de santa Cecilia, me recordé de la importancia del canto y la música en la liturgia. Los documentos de la Iglesia la reseñan.
“Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando la venida de su Señor, que canten todos juntos con salmos, himnos y cánticos inspirados. El canto es una señal de la euforia del corazón. De ahí que san Agustín diga, con razón: ‘Cantar es propio de quien ama’; y viene de tiempos muy antiguos el famoso proverbio: ‘Quien bien canta, dos veces ora’ (Instrucción General del Misal Romano, n. 19).
También: “La acción litúrgica adquiere una forma más noble cuando se realiza con canto: cada uno de los ministros desempeña su función propia y el pueblo participa en ella. De esta manera la oración adopta una expresión más penetrante: el Misterio de la Sagrada Liturgia y su carácter jerárquico y comunitario se manifiesta más claramente; mediante la unión de las voces se llega a una más profunda unión de corazones; desde la belleza de lo sagrado el espíritu se eleva más fácilmente a lo invisible; en fin, toda la celebración prefigura con más claridad la Liturgia santa de la Nueva Jerusalén.
Por tanto, los Pastores de almas se esforzarán con diligencia por conseguir esta forma de celebración” (Instrucción “Musicam Sacram” de 1967).
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