Para que las meditemos, pongo toda la
reflexión del Papa antes del rezo del Angelus. Es como un resumen de lo
que propuso a los jóvenes, y a todo el mundo. La próxima será en Czestochowa,
Polonia. Ahora queda meditar, poco a poco, lo que dijo el Santo Padre en la
JMJ.
Queridos hermanos y hermanas
Al final de esta celebración eucarística,
con la que hemos elevado a Dios nuestro canto de alabanza y gratitud por cada
gracia recibida durante esta Jornada Mundial de la Juventud, quisiera agradecer
de nuevo a Monseñor Orani Tempesta y al Cardenal Rylko las palabras que me han
dirigido. Les agradezco también a ustedes, queridos jóvenes, todas las alegrías
que me han dado en estos días. Gracias. Les llevo en mi corazón. Ahora
dirigimos nuestra mirada a la Madre del cielo, la Virgen María. En estos días,
Jesús les ha repetido con insistencia la invitación a ser sus discípulos
misioneros; han escuchado la voz del Buen Pastor que les ha llamado por su
nombre y han reconocido la voz que les llamaba (cf. Jn10,4). ¿No es verdad
que, en esta voz que ha resonado en sus corazones, han sentido la ternura del
amor de Dios? ¿Han percibido la belleza de seguir a Cristo, juntos, en la
Iglesia? ¿Han comprendido mejor que el evangelio es la respuesta al deseo de
una vida todavía más plena? (cf. Jn 10,10). ¿Es verdad?
La Virgen Inmaculada intercede por
nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos. Que María nos
enseñe con su vida qué significa ser discípulo misionero. Cada vez que rezamos
el Angelus, recordamos el evento que ha cambiado para siempre la historia
de los hombres. Cuando el ángel Gabriel anunció a María que iba a ser la Madre
de Jesús, del Salvador, ella, aun sin comprender del todo el significado de
aquella llamada, se fió de Dios y respondió: «Aquí la esclava del Señor, que se
haga en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Pero, ¿qué hizo inmediatamente
después? Después de recibir la gracia de ser la Madre del Verbo encarnado, no
se quedó con aquel regalo; se sintió responsable, y marchó, salió de su casa y
se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda
(cf. Lc 1,38-39); realizó un gesto de amor, de caridad y de servicio
concreto, llevando a Jesús en su seno. Y este gesto lo hizo diligentemente.
Queridos amigos, éste es nuestro modelo.
La que ha recibido el don más precioso de parte de Dios, como primer gesto de
respuesta se pone en camino para servir y llevar a Jesús. Pidamos a la Virgen
que nos ayude también a nosotros a llevar la alegría de Cristo a nuestros
familiares, compañeros, amigos, a todos. No tengan nunca miedo de ser generosos
con Cristo. ¡Vale la pena! Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que
todos los hombres y mujeres encuentren al Señor.
Queridos jóvenes, tenemos una cita en la
próxima Jornada Mundial de la Juventud, en 2016, en Cracovia, Polonia. Pidamos,
por la intercesión materna de María, la luz del Espíritu Santo para el camino
que nos llevará a esta nueva etapa de gozosa celebración de la fe y del amor de
Cristo.
Ahora recemos juntos… (Rezo del Angelus)
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