Un
día, su superior, queriendo humillarlo delante del pelotón, llamó al soldado y
le dijo:
―
Tome
la llave y vaya a aquel Jeep y estaciónelo allá en frente.
El
soldado le dijo:
―
No sé
manejar.
―
Entonces
―dijo el superior― pida ayuda a su Dios, ¡muéstrenos que existe!
El
soldado tomó la llave, subió al carro, lo encendió y lo estacionó perfectamente
en donde se le había indicado.
Al
salir del Jeep, llorando, los demás le decían: “queremos servir a tu Dios”. El
soldado no sabía lo que estaba pasando. El jefe le mostró el carro, abrió el
capó y le mostró que estaba sin motor.
Que hermosa historia, estaremos esperando con ansias la siguiente...
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