Ayer preparé digitalmente un documento
determinado ―la conferencia de un sacerdote que había hablado al
clero de esta zona de Guatemala―, pues un sacerdote me dijo que lo quería
leer. El sacerdote tiene ya más de 60 años de edad. Quienes conocen mi entorno,
caerán en la cuenta quién es. Hoy me ha comentado que ya ha comenzado a leerlo,
y que le ha causado buena impresión.
A mí me anima mucho la preocupación que
tiene de actualizarse, de aprender más. Le veo con frecuencia asistir a sus
medios de formación y su constancia también en el estudio.
En efecto, me han sugerido también conservar y actualizar la ilusión de cuando éramos sacerdotes recién
ordenados, y seguirnos formando, pues nuestra vocación es la del servicio: mejor formados, mejores servidores.
¿Pensaré que ya sé mucho?, ¿que ya falta
poco para el final y, por tanto, para qué seguir empeñándose en la formación?
Con la ayuda de Dios, quiero empeñarme en no vivir de la pensión y de la
renta...
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