Es
lógico que en esta época última del curso académico estemos entre papeles:
exámenes, trabajos, informes académicos..., además de los personales.
Ayer,
conversando con una amiga maestra, me comentaba que estaba en las mismas. El mes
de octubre se agotará en estos ires y venires.
¿Malhumorarse por esto, enojarse o, en el menos inconveniente de los
casos, añorar otro destino por esta cierta contrariedad? No, en efecto. Es parte
de la vida.
Hoy,
ante unas niñas, tuve la prueba de explicarles, con sencillas palabras, a qué
me dedico. Me preguntaron: “¿Qué clases ha dado este año?” ¡Vaya prueba! Intenté
exponerles que expliqué Soteriología y Liturgia, además de Pentateuco y
Hebreo... Esto, en el segundo semestre.
Por
un lado, se preguntarán cómo es que di estas clases; por otro lado, cómo di
estas clases... Aunque procuré darlas concienzudamente, es claro que el que más
aprende es el profesor...
Con
ilusión me preparo, al menos mentalmente ya, para el siguiente año con mis
nuevas clases.
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