Agradezco de
corazón las muestras de condolencia que me nos han demostrado a mí y a mi
familia durante estos días, por motivo de la defunción de mi abuelo materno Clemente.
Una muestra siempre bien agradecida es la
compañía durante estos momentos dolorosos de la vida. Me comentaba un primo
que, al comenzar la procesión hacia la Iglesia, había pocos hombros para cargar
el féretro. No, no era que la gente no acompañara, sino que lo ha hecho un poco
tarde… Pero, en la Santa Misa hubo mucha gente, una multitud. La procesión
hacia el cementerio fue larga y concurrida. Aún con el chubasco repentino y
breve con que nos sorprendió la llegada al cementerio, no fue motivo para que
la gente se ausentara.
Además, por
los medios de comunicación han sido abundantes las muestras de cercanía y de
cristiano acompañamiento, que agradecemos mi familia y yo de todo corazón.
¿Qué sentido
tiene una vida, un tanto larga, de una persona, como la del abuelo? En algunas
partes quizá signifique, incluso, en el peor de los casos, una carga para la
sociedad y la familia. Pero, no lo es. Cada vida, tratando de cumplir la
Voluntad de Dios en cada momento, siempre es buena en sí misma, querida por
Dios. También, la vida de un abuelo constituye fundamento de unidad familiar.
¿Se han dado cuenta que, cuando los abuelos o los papás ya no están en la casa,
es difícil que la familia se reúna ya?
Esto es lo que
deseo para mi familia, y la de cada uno de ustedes: la paz y la unidad
familiar. Se hace más fácil pedírselas al Señor en estos momentos en que se
trabaja en Roma en el Sínodo sobre la Familia, que también encomendamos.
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