Antes de irme de viaje hoy, fui a visitar a mi peluquero para que me componga un tanto los mechones que se me estaban formando. Me dio mucho gusto conversar con él, pues no tenía más con quien hacerlo. Pero, llegando yo a la peluquería, estaban trasquilando a un joven señor, con quien también el peluquero conversaba. El cliente le había comentado a su peluquero que se había accidentado en la moto que manejaba, y que quedó vivo de milagro.
- Sí, hombre... -le dice el peluquero-. Nadie está libre. Pero, Dios es el que dirige nuestra vida y hay que encomendarse a Él.
- Así es. Lo malo es que nosotros a veces tomamos a Dios como la ambulancia: sólo nos acordamos de Él cuando hay emergencias...
Y, tú y yo, ojalá no tomemos a Dios como a los bomberos o la ambulancia, sólo cuando tenemos emergencias...
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