Ésta es la parte superior de la obra de Rafael Sanzio. |
La Iglesia presenta, en este II Domingo de
Cuaresma, la escena de la gloria del Señor en el Monte Tabor, su
Transfiguración (Mc 9,2-10).
Como bien dice Mons. Palma, en su columna de Prensa Libre en este domingo, Tabor se compone de dos palabras hebreas: “Tab”
(bueno/a) y “or” (luz), y viene a significar “buena luz”. El monte Tabor es
mencionado una docena de veces en el Antiguo Testamento, varias veces sólo como
referencia geográfica, sin más connotación teológica.
“¡Qué bien se está aquí!”, exclamó el
Príncipe de los Apóstoles, “ojalá nos quedáramos aquí...”, seguía expresando.
En el corazón del hombre se encuentra el ansia de algo más que lo que nos
ofrecen las cosas materiales: el corazón del hombre está hecho para lo
sobrenatural. ¿No es verdad que cuando nos adentramos en el trato con Dios —separándonos espiritualmente de las cosas “de abajo”, en momentos
concretos, pues hay que subir a un monte para encontrar a Dios— el corazón se ensancha y encuentra su plenitud? Sí, el corazón del
hombre busca contemplar la gloria del rostro de Dios.
El Monte Tabor |
La Basílica de la Transfiguración |
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