Cierta
conversación con Dios…
―
Dios, ¿puedo hacerte una
pregunta?
―
Claro.
―
¿Me prometes que no te
molestarás?
―
Te lo prometo.
―
¿Por qué permitiste que me
pasaran tantas cosas hoy?
―
¿A qué te refieres?
―
Bueno, me levante tarde. Dios: Sí.
―
Mi auto tardo mucho en arrancar.
―
Ok.
―
En el almuerzo hicieron mal mi
sándwich y tuve que esperar.
―
Huuummm.
―
De camino a casa, mi celular se
descargo, justo en cuanto contesté una llamada.
―
Entiendo.
―
Y para colmo de males, llego a
casa con la intención de disfrutar mi maquina de masajes para pies y relajarme,
pero no pude hacerla funcionar. ¡Nada me salió bien hoy! ¿Por qué me hiciste
esto?
―
Déjame ver, el ángel de la muerte
estaba en tu cama esta mañana, y tuve que enviar a uno de mis ángeles a luchar
con él por tu vida. Te dejé durmiendo mientras duró.
Yo
(humillado), dije: ¡Oh!
―
No dejaba que tu auto arrancara
porque había un conductor ebrio en tu ruta que te hubiese chocado si fueras en
camino.
Yo,
apenado, escuchaba.
―
La primera persona que te preparó
el sándwich hoy estaba enferma y no quería que te contagiaras, pues sé que lo
último que deseas es faltar al trabajo.
Yo, avergonzado: Ok.
―
Tu celular se apagó porque la
persona que te llamaba iba a dar falso testimonio de la llamada, y no permití
que siquiera alcanzaras a hablar con ellos para protegerte.
Esta
vez, suavemente, me salió: Ya veo Dios.
―¡Ah! Y la máquina de masajes. Tenía un corto
que iba a causar un apagón en tu casa fundiendo los fusibles. E imaginé que no
querrías quedarte sin luz toda la noche.
―
Lo siento, Dios.
―
No te apenes, solo aprende a
confiar en mí… en todas las cosas, las buenas y las malas.
―
Confiaré en ti, Dios.
―
Y no dudes que mi plan para tu día
es siempre mejor que tu plan.
―
No lo haré Dios. Y solo déjame
decirte ¡gracias por todo lo de hoy!
―
De nada hijo mío. Fue solo un día
más siendo tu Dios y adoro velar por mis hijos.
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