Esta foto corresponde al grupo de jóvenes que vinieron a la convivencia vocacional en el Mayor. |
He puesto ese título porque, a esta hora,
no se me ocurre otro, concreto, que describa el día con precisión. El adjetivo
utilizado es genérico, por lo que no tengo temor a equivocarme.
He celebrado la Santa Misa, como
habitualmente cada semana, en Concepción, a temprana hora. Me he preguntado, y
a mis acompañantes seminaristas también, si habrán entendido algo de mi
kaqchikel aquellas buenas y sencillas gentes de Concepción. Confío en que el
Espíritu Santo no deje de actuar.
Seguí con la convivencia vocacional que
habíamos comenzado ayer en el Mayor, con el optimista número de 18 jóvenes
procedentes del departamento de Sololá. Se han sorprendido algunos muchachos,
de los que vienen, verme con sotana en la entrevista, luego en la mesa de ping
pong y luego en pantaloneta, disfrutando
“como un enano” de un emocionante y trepidante partido de basketbol. Me parece
que eso ayudó a que me tengan menos miedo… Se han marchado, esperanzado yo de
verles en la convivencia de noviembre, pues hay varios buenos y prometedores elementos.
Por la noche he ido a visitar a una
religiosa a quien han intervenido quirúrgicamente. Hemos platicado
distendidamente con sus hermanas de religión, al menos durante un tiempo
prudencial que le robé al horario normal del Seminario. Me alegró poder
acompañarles un rato, augurándole una pronta recuperación.
Por la noche he abierto el correo, he
visto el “Face” y me he encontrado, de entre varios mensajes, dos que me han
llamado la atención y quiero compartirlos. El primero es de una religiosa, mexicana, que me ha escrito esta
maravillosa exhortación:
“‘El sacerdote es la dignidad más grande que existe sobre la tierra, Y,
¿sabes por qué? Porque el sacerdote hace descender del cielo a Jesús; cuando él, en el momento de la Consagración, dice las palabras consabidas, en el mismo
instante abandona el cielo y se oculta en la Hostias Consagradas, estando en
todas y cada una como está en la gloria’ (Beata Madre María Inés Teresa Arias).
Muy querido hermano Padre: Te comparto estas palabras que me han hecho meditar
durante este día. Que Dios bendiga tu vida sacerdotal cada día. Y que Santa
María de Guadalupe sea esa estrella que guíe tus pasos hacia la eternidad”.
¿Qué les parece…?
Y, el segundo, es de mi amigo el P. Martín, que se encuentra ya en
Pamplona, dispuesto a comenzar el curso del primer año de Derecho Canónico que
fue a estudiar. Y me envía la siguiente imagen. Ver la imagen me hecho
suspirar. Le envío un saludo cordial y mis oraciones que le he asegurado, para
que el Espíritu le sople fuerte y sea su fortaleza, especialmente en las clases
de Latín. Le hará falta…
El P. Martín me envía esta foto con la siguiente nota: ésta es una de las vistas del lugar en donde vivo... |