El día de Jueves Santo celebramos la institución de los sacramentos de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal, pero falta tiempo y detenimiento para su oportuna consideración, dentro de la vivencia del Triduo Pascual no conseguimos realzar estos grandes dones de Dios para su Iglesia. Así es como a la contemplación y adoración de la Eucaristía se dedica otro día, el del Corpus Christi, y a la celebración del sacerdocio de Cristo, otro día, el de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Quiero hacer llegar mi felicitación a los sacerdotes y animarles a que, con la gracia de Dios, mantengamos la alegría y la ilusión en el desempeño del ministerio sacerdotal.
Las palabras de un salmo, leídas y consideradas detenidamente, pueden aplicarse a los llamados por Dios para servir a los demás fieles mediante esta vocación: “El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec” (109,4).
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