Junto con mis 8 compañeros sacerdotes, he
llegado a mi 13 aniversario sacerdotal, motivo de profundo agradecimiento a
Dios por el don de ser instrumento de su Gracia para llevar a las almas a Dios.
Viendo mi vida, por un lado agradezco a
Dios por lo que ha hecho a través mío; por otro, me da vergüenza porque no he
sido siempre fiel ―sin falsas humildades―, por lo que le pido perdón. Parece mentira que aún no
aprenda la lección y así entregarme del todo. Ahí vamos son la lucha diaria.
En la homilía de la Misa he rememorado,
con los seminaristas, la historia de mi llamada, una llamada personal, como la
que dirigió Jesús a varios personajes, como leemos en el evangelio (Lc 9,51-62).
Modestia aparte: en medio de mis luchas,
con la ayuda de Dios, estoy en pie ―como los
Santos Protomártires romanos, a quienes conmemoramos hoy―, y le pido la
perseverancia.
¡Cuánto me gustaría pegar este fuego
vocacional a tantos jóvenes, varios se encuentran indecisos aún cuando Dios ya
les ha mostrado Su Voluntad! Ojalá empuñaran el arado, incluso sin cuidarse
demasiado de lo que su familia piensa de su vocación, y sin mirar atrás se
aventuraran. SI NO SE AVENTURAN, NO SABRÁN LO QUE HAYAN PERDIDO, y no van a ser
felices.
P. Fermín, P. Alfredo, P. Francisco, P.
Julio, P. Fito, P. Juan Antonio, P. Víctor y P. Wilson: ¡FELIZ ANIVERSARIO
SACERDOTAL! Dios nos conserve fieles hasta el fin.