Me ha sorprendido gratamente la editorial de Prensa Libre del día de hoy, que versa sobre la Jornada Mundial de la Juventud recién concluida. Valora el evento y el impacto que puede tener en el mundo y en Guatemala.
Al final me he animado a escribir un comentario a la versión digital de la editorial: El verdadero crítico es el honrado y, cuando juzga, sabe descubrir lo positivo y lo negativo de un planteamiento. ¿Quién no valorará positivamente un evento de tal envergadura: unos dos millones de jóvenes que, interpelándoseles con exigencia, quieren ser mejores? Soy católico, seguí de cerca la JMJ y agradezco a Prensa Libre por esta editorial. La editorial es la siguiente:
La Jornada Mundial de la Juventud, que concluyó el domingo recién pasado en Madrid, constituyó un encuentro memorable de tres días entre más de un millón y medio de jóvenes provenientes de 193 países y el papa Benedicto XVI, que generó una avalancha de reacciones positivas en las redes sociales y medios de comunicación, en todos los idiomas.
Si bien al inicio hubo algunas manifestaciones en contra de la visita del pontífice romano, estas sirvieron incluso de paradójico ejemplo para uno de los mensajes del Papa, quien invitó a los asistentes a notar que tales expresiones violentas estaban motivadas por emociones negativas, contrarias al espíritu de amor cristiano que prevaleció en todas y cada una de las actividades de la JMJ, siglas que abreviaron el nombre del evento bienal, cuya próxima edición tendrá lugar en Rio de Janeiro, Brasil.
Otra lección fue la que dio el propio Benedicto XVI durante la vigilia efectuada desde el sábado, la cual estuvo enmarcada en un clima adverso, con lluvia y fuertes vientos que incluso causaron algunos destrozos en varias de las capillas móviles.
Sin embargo, el obispo de Roma se quedó para compartir el tiempo necesario con los jóvenes. Si bien tuvo que abreviar un poco el discurso, no dudó en ver aquella tormenta como una parábola de la vida cristiana, en la cual los momentos de dificultad se superan con la tenacidad de la fe, algo que estuvo muy en sintonía con sucesos alrededor del evento.
Asimismo, en cada uno de los discursos pronunciados la palabra del pontífice representó una especie de bálsamo para aliviar las penurias, dudas e inquietudes de todo ser humano, pero sobre todo de los jóvenes, que serán herederos de un mundo sumido en enormes nubes de incertidumbre, dificultades económicas y deterioro ecológico.
Entre las exhortaciones más valiosas estuvo la de evitar la mentalidad individualista que tanto predominio tiene en la sociedad actual, pues solo conduce a una mayor desintegración de la sociedad. También invitó a vivir los valores con coherencia de palabras y acciones. “La cultura relativista dominante renuncia y desprecia la búsqueda de la verdad”, fue una de las sentencias más aplaudidas por los miles de asistentes.
Guatemala tuvo una entusiasta delegación en cada uno de los eventos, y quienes formaron parte de ella recibieron un tesoro de valores que, al volver, será compartido y multiplicado entre más jóvenes, en diversas comunidades, justo en un momento en que el país requiere formas positivas de pensar, fundamentadas en una visión trascendental. Paralelamente, en el país se celebró una vigilia que contó con cientos de participantes que pasaron la noche en oración por la paz.
Para una nación multicultural y plurilingüe como Guatemala, la JMJ dejó, al igual que las anteriores, un mensaje de fraternidad sin fronteras. Encontrar a tantos jóvenes unidos en un evento constructivo, a pesar de hablar distintos idiomas, permite descubrir que el anhelo de un mundo pacífico rompe cualquier tipo de fronteras y prejuicios.
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